sábado, 18 de abril de 2009

La historia completa de mis fracasos sexuales. Chris Waitt (2008)


Echando un vistazo al panorama televisivo actual sorprende que sigan funcionando ciertas temáticas y formatos que a estas alturas nos parecen sobresaturados. Nos guste más o menos es un hecho que la telebasura aun cuenta con una nutrida audiencia que la sostiene. El género del reality show que fuera un bombazo a finales de los 90 todavía prolifera aunque la sensación sea de que la gallina de los huevos de oro esté raquítica de tanto exprimirla. Para seguir manteniendo el factor sorpresa las cadenas plantean cada vez apuestas más extremas y delirantes. A su favor juega el hecho de que un programa basado en observar a grupos de gente aunque se localice en un mismo escenario por naturaleza será siempre distinto (el comportamiento humano sigue siendo algo impredecible). El hándicap de todo ello será que la dinámica que surja sea aburrida y no interese a la audiencia. Para evitar caer en esto la tendencia se encamina hacia la radicalización de los planteamientos.


Lo mismo sucede en el caso de los talk shows. Cada vez el estilo de entrevista es más malévolo e intrusivo. Los entrevistados más excéntricos y ridículos. No importa ya que éstos sean un rostros populares o gente corriente, lo que se busca es la exposición pública de sus miserias. La vida privada pierde su sentido con el objetivo de satisfacer a un público ávido de carnaza.


Este juego con la intimidad no se limita sólo a la programación televisiva. En distinto grado, Internet con plataformas sociales como Facebook o Twitter también demuestra que ya no sólo no nos conformamos con mantenernos 'al otro lado' sino que ahora también hemos entrado activamente en el juego de observar y ser observados. No basta con hacer algo, tan importante como ello es el publicarlo en algun medio o el mostrar una foto para legitimarlo. Las fronteras entre lo privado y lo público se diluyen, la información personal discurre libre y en general impera la aceptación social. Quizá estemos siendo demasiado inocentes o despreocupados, o quizá esto nos lleve hacía una forma distinta, no sabemos si mejor o peor, de establecer relaciones personales. También puede ser que sólo se trate de una moda pasajera. En todo caso cada vez nos estamos volviendo más voyeurs y exhibicionistas.


El cine también ha sabido recoger esta tendencia contemporánea y lo ha hecho desde diferentes aproximaciones. En la pasada edición del Festival de Sitges se presentó el falso documental 'JCVD', una apuesta del director Mabrouk El Mechri que deconstruye el género del biopic. El actor Jean-Claude Van Damme se interpreta a sí mismo en una ficción con tintes de realidad donde se presenta como un actor en decadencia, olvidado y desacreditado tras un pasado de gloria que ya le queda muy lejos. Un ejercicio de auto-humillación pública que obviamente generó bastante interés y que le valió, también hay que decirlo, críticas muy positivas a su director por la originalidad del planteamiento.


Algunos años atrás en el 'El show de Truman' (Milos Forman, 1998) Jim Carrey se convertía en la cobaya de un ambicioso experimento televisivo donde toda su vida se revelaba como una gran mentira hecha a la medida de los intereses de la audiencia. La película se mostraba crítica respecto a las consecuencias del, por aquel entonces, innovador estilo televisivo del reality. Una década después la polémica se mantiene vigente en trabajos como la española 'Prime Time' (Luis Calvo Ramos, 2008) que también plantea la idea del concurso de tele-realidad llevado al extremo.


En el apartado documental 'Capturing de Friedmans' (2003) de Andrew Jarecky reconstruía la historia real de una familia judía norteamericana, salpicada a por una acusación de pederastia contra dos de sus miembros, a través de los vídeos caseros que habían ido grabando a lo largo de los años. 'The bridge' (2006) de Eric Steel mostraba imágenes reales de suicidios llevados acabo desde el Golden Gate (al parecer la construcción humana con más alto nivel de suicidas del mundo) intercalando los testimonios de amigos y familiares de las víctimas. En el apartado del falso documental, el polémico 'Zoo' (2007) de Robinson Debor se adentraba en el ámbito de la zoofilia a través del caso de Mr. Hands, un padre de familia de Seattle que fallecería tras una de sus escapadas sexuales con un caballo. La obra fue premiada en el Festival de Sitges de 2007.


Recientemente encontrábamos en nuestras las carteleras 'La historia completa de mis fracasos sexuales' (2008), del joven realizador británico Chris Waitt. En este documental de estética youtube el mismo Waitt se pone delante de la cámara para explicarnos sus problemas con las mujeres. Al parecer todas sus relaciones sentimentales han fracasado hasta la fecha. A modo de excéntrica terapia de autoayuda decide dar un repaso a su agenda telefónica y contactar con algunas de sus ex novias para que sean ellas las que arrojen algo de luz al asunto. Una idea que por cierto me recordó al punto de partida de la novela 'Alta fidelidad' de Nick Hornby.


Por supuesto no todas acceden a ser filmadas y ofrecer un testimonio público sobre los desastres de su relación con Waitt. De hecho algunas ni siquiera le dirigen la palabra. Lo que de entrada se plantea como una idea cuanto menos curiosa y atractiva pronto se verá cuestionada una vez seamos conscientes de las que parecen ser las verdaderas intenciones de Waitt. El realizador a través de la actitud que demuestra parece estar más preocupado por hacer un espectáculo de su historia que por la supuesta utilidad de todo ello. De hecho no tardaremos en comprobar que si sus novias le dejaron fue porque con muchas de ellas se comportó como un verdadero impresentable (siendo benevolentes con el adjetivo), algo que se desprende de los testimonios de las chicas, por mucho que él adopte una pose de permanente estupor y desconcierto ante lo que le dicen. La primera entrevista con una de ellas ilustra bien esta percepción: ante la pregunta de por qué le dejó ella responde sorprendida: 'te escribía pero no contestabas a ninguna de mis cartas'.


Otro de los puntos fuertes tiene que ver con todo lo que sigue a la confesión de Waitt sobre su incapacidad para mantener relaciones sexuales y en concreto a la serie medidas que toma al respecto. Su ausencia de cualquier tipo de pudor o de censura ante la cámara es realmente asombrosa...


Chris Waitt surgido de la cantera MTV es todo un personaje digno de análisis. Si tuviesemos que juzgarle en base a lo que vemos al documental hablaríamos de él como un individuo cínico, distante, frívolo, patético, irrespetuoso, egocéntrico, despreocupado y otros adjetivos más por el estilo. Con cierto atractivo, también hay que decirlo. Todo esto unido a su estudiadísimo look homeless le hacen parecer un perfecto icono de la generación actual. En cierto momento del documental cuando se enfrenta al encuentro con la que fuera su novia más importante (que ahora espera un hijo de otro hombre) parece transmitir por primera vez algo que se aleja de la pose y se acerca al sentimiento auténtico. De hecho no me extrañaría que toda su delirante aventura girase entorno a lo que supuso para él esta relación y el sentimiento de culpabilidad que vendría arrastrando tras echarla a perder.


Ah, no querría finalizar este comentario sin destacar la figura de su madre. Sin duda alguna, una santa.


El trabajo de Chris Waitt no destaca a nivel cinematográfico y resulta pretencioso en su planteamiento, aun así engancha y es definitivamente arriesgado y valiente. Es además una buena muestra al igual que los ejemplos que citaba anteriormente de esta tendencia moderna por hacer de la propia vida y miserias un espectáculo, un show, con un objetivo tan prosaico como es el de llamar la atención del público.
Sandra M.

jueves, 12 de febrero de 2009

Los Cronocrímenes. Nacho Vigalondo (2007)

(Crítica colgada en Filmaffinity, '08)

Bienvenida momia rosa

Encontrar en nuestras carteleras un título de ciencia ficción, producido íntegramente con capital español, sorprende favorablemente dado que este género se ha convertido en casi una excepción dentro de la industria cinematográfica estatal. La singular propuesta lleva por nombre 'Los Cronocrímenes' y representa al mismo tiempo el esperado salto al largo del actor y director cántabro Nacho Vigalondo, nominado en los Oscar'05 por su corto '7:35 de la mañana'.

'Los Cronocrímenes' muestra una aproximación tragicómica al clásico de los viajes en el tiempo, situada en el momento actual y ambientada en un paraje natural de Cantabria. Su principal virtud consiste en la harmonización de un ambicioso planteamiento argumental y las limitaciones de un presupuesto ajustado, obteniendo como resultado un film pequeño, artesanal y lleno de frescura pero al mismo tiempo consistente y honesto con el espectador. Cuatro actores y tres localizaciones dan forma a esta hilarante trama de paradojas temporales en la que el protagonista principal, interpretado por Karra Elejalde, se convierte en el perfecto antihéroe.

Sin obviar que la ópera prima de Nacho Vigalondo es un film modesto e imperfecto -que nos invita gratamente a hacer un segundo visionado debido a su complejidad- no resulta gratuito valorar el mérito del autor en la construcción de un guión que se aventura a explorar nuevos territorios narrativos dentro de un género tan ampliamente exprimido como el de los traslados en el tiempo. La historia plantea aproximaciones ingeniosas a cuestiones como el asesinato, la fantasía erótica o la duplicidad de la identidad. Una sencilla puesta en escena toma vida con la interpretación tan fresca y espontánea como creíble de Karra Elejalde que, junto a Vigalondo, protagonizan momentos de diálogo imposible, impregnando de sutil humor y aires naïf una historia intrínsicamente dramática sin pervertirla.

La película llegó a las carteleras españolas después de más de un año acaparando críticas favorables y galardones en festivales internacionales (Fantastic Fest d’ Austin Texas, Science Plus Fiction de Trieste, etc). La première española tuvo lugar en la edición '07 del Festival de Sitges pero las dificultades para encontrar una distribuidora provocaron que el estreno oficial no llegase hasta mediados de 2008. Mucho antes la productora de Tom Cruise, United Artists, ya había adquirido los derechos para rodar un remake. Esta ha acabado siendo la verdadera paradoja de 'Los Cronocrímenes'.
Sandra M.

lunes, 19 de enero de 2009

Pozos de ambición. Paul Thomas Anderson (2007)


(Contiene algo de spoiler...)

Mientras que el título original 'There will be blood' ('Habrá sangre') resulte algo confuso y parezca más propio de un film de serie B o de un western, la particular 'traducción' española 'Pozos de ambición' no podía ser más explícita respecto a lo que encontramos en esta cinta. Una historia, la de Daniel Plainview (Daniel Day-Lewis) a través de la cual el polifacético director de 'Magnolia' explora los límites de la ambición y la codicia humana llevados a la máxima expresión.

Situada a finales del S. XIX la acción parte de un marco histórico real, el del 'boom' de la explotación petrolífera que por aquellas fechas tendría lugar en Norteamérica. El protagonista, un tenaz emprendedor obsesionado con encontrar la mejor manera de hacerse rico descubrirá un negocio rentable en la extracción de petróleo, campo de actuación por entonces todavía fértil puesto que a penas se anticipaban las posibilidades que el conocido como 'oro negro' tendría para la futura sociedad industrializada.

Desde los primeros minutos de metraje el personaje de Plainview se nos muestra como un individuo intrépido, todo un superviviente que no vacila ante la adversidad y que, por el contrario, parece programado exclusivamente para lograr sus especuladores propósitos en detrimento de cualquier otro objetivo personal o familiar. Su vida transcurre orientada hacia un único fin y necesariamente ese afán inagotable por amasar riquezas acabará teniendo consecuencias terribles tanto para él como para aquellos que le rodean. Aunque la historia en ningún momento engañe al espectador respecto a la naturaleza egoísta e interesada de Plainview es cierto que a medida que avanza el film la actitud del protagonista se radicalizará, convertirtiéndose hacia la parte final en un ser despiadado y totalmente deshumanizado que no dudará en hacer lo que sea necesario, aunque ello implique su propia humillación pública, para aumentar todavía más su ya desmesurada cuenta corriente.


Por este papel Daniel Day-Lewis ganaría en '08 el Oscar al mejor actor. Su interpretación del petrolero sin escrúpulos resulta grandilocuente y al mismo tiempo magnífica. Destaca también el papel del predicador Eli Sunday (Paul Dano) que, en un principio antagónico del protagonista, acabará por descubrirnos que su naturaleza se también rige por los mismos parámetros que los de su archienemigo, sólo que en su caso disfrazados de supuesta bondad cristiana. Los comentarios mordaces y las pinceladas de humor unidas a situaciones hilarantes como la que tiene lugar en la escena final en la habitación-bolera de Plainview son otra de las grandes bazas de una película que aun cayendo por momentos en lo excesivo y grotesco no provoca que el resultado final desentone con el tono serio y dramático de la historia. Técnicamente arriesgada y bien construida, con una fotografía espectacular por la que también se llevó el Oscar vale la pena destacar el impresionante -y largo- plano secuencia que tiene lugar cuando explota uno de los pozos petrolíferos dejando sordo al hijo de Plainview.

Resulta inevitable la comparación del petrolero envilecido por el poder con la del imponente James Dean de 'Gigante', clásico de George Stevens del año '53. También mantiene paralelismos con otras grandes obras de la historia del cine como 'Ciudadano Kane' de Orson Welles '41 o 'Avaricia' de Erich Von Stroheim '24.

Como curiosidad, la banda sonora es obra de Jonnhy Greenwood, guitarrista y colíder de Radiohead.
Sandra M.

viernes, 9 de enero de 2009

La cuestión humana. Nicolas Klotz (2007)

(Contiene mucho spoiler...)

No es la primera vez que un director se toma ciertas licencias cinematográficas para convertir el papel del psicólogo -o de la Psicología en general- en un recurso argumental atractivo en lugar de ajustarlo a la realidad. Sucedía -y no cuestiono la calidad del film- con la representación de la enfermedad mental de Catherine Deneuve en 'Repulsión' de Roman Polanski y sucede también con el rol profesional de Mathieu Amalric en la francesa 'La cuestión humana' de Nicolas Klotz.


Simon (Mathieu Amalric) tiene 40 años y trabaja como reconocido psicólogo en el departamento de recursos humanos de una empresa petroquímica, filial en Francia de una importante multinacional alemana. Aunque su función es la de realizar entrevistas de trabajo y organizar dinámicas para ejecutivos no le tiembla el pulso cuando el codirector de la empresa le reclama para elaborar un informe clínico que evalúe el estado mental del director general, de quién sospecha está perdiendo facultades y teme que pueda llevar a la empresa al desastre. A partir de ese momento Simon analiza en secreto el comportamiento del director general a través de varios encuentros en los que finge hacer peticiones relacionadas con su departamento. En realidad un psicólogo con un mínimo de dignidad profesional rechazaría llevar a cabo una tarea así ya que estaría pisoteando los principios éticos y metodológicos básicos que rigen la disciplina. Sin embargo el personaje de Simon no se nos presenta como un animal sin escrúpulos ni como víctima clara de un chantaje, lo que reafirma la idea del desconocimiento general, intencionado o no, de las funciones del psicólogo. Un detalle que como mucho molestará a una minoría de espectadores y que, una vez más, será fagocitado como algo normal por el resto.

Por contra el 'verdadero' conflicto moral, aquel que interesa al director y que constituye el gancho de la película, es el que tiene lugar cuando Simon descubre que el encargo que le realiza el codirector responde en realidad a una estrategia de este último para desprestigiar y quitar de en medio al director general. Las raíces de la antipatía que existe entre ambos se remontaran a un pasado con inesperadas conexiones con el Holocausto y el tercer Reich.

La película, elegida por el programa 'Días de cine' como una de las 10 mejores del '07 (que no es poco), en mi opinión no sabe conducir con éxito un argumento potente y con muchas posibilidades. La buena interpretación de Mathieu Amalric -al que habíamos poco antes en La escafandra y la mariposa y como el villano de Quantum of Solace- no está a la altura de un guión que parece perderse en su propio discurso. La película juega con el lenguaje de la organizaciones, el cual es tan frío y técnico como lo eran los informes nazis, y de alguna manera pretende equiparar el microcosmos empresarial a lo que sería la vida en un estado fascista, donde sólo los mejor preparados tienen derecho a permanecer mientras que los que demuestran alguna flaqueza deben ser apartados de inmediato. El protagonista, tras ahondar en el pasado de sus superiores, siente que de alguna manera él como psicólogo de recursos humanos también está contribuyendo a estos procesos de admisión/exclusión y eso le lleva a padecer su propia crisis personal. Hacia la parte final la película roza el melodrama, se emborracha de su propio discurso antinazi y acaba con un final que no arroja soluciones a las cuestiones que había ido planteando.


Como contrapunto la ambientación musical es variada y juega un papel muy importante convirtiéndose también en otro de los protagonistas del film (atención a la intervención del cantaor flamenco Miguel Poveda). De hecho si tuviera que escoger una escena de esta película me quedaría por varios motivos con aquella que tiene lugar al principio, en la discoteca, donde los ejecutivos de la empresa, borrachos y desfasados, bailan atolondrados Temptation de New Order.

Sandra M.