sábado, 27 de diciembre de 2008

Louise Brooks y 'La caja de Pandora (Lulú)' de Georg W. Pabst (1928)

'Lulú' pertenece a Louise Brooks tanto como 'Gilda' a Rita Hayworth o Holly Golightly a la Audrey Hepburn de 'Desayuno con diamantes', personajes cuyo magnetismo y poder de seducción es tal que trascienden del celuloide para convertirse en iconos que brillan con luz propia. Por este motivo 'La caja de Pandora' requiere de dos lecturas, la de la propia película pero sobre todo la de su actriz principal.


Louise Brooks, norteamericana de nacimiento, aceptó el reto que suponía rodar una película lejos del ambiente sofisticado y cool de Nueva York en el que se movía como pez en el agua para trasladarse a una Alemania que agotaba los últimos estertores de libertad creativa antes de la entrada del nazismo. Su estilo y belleza alejada de los cánones alemanes había cautivado a Pabst que la reclutó para convertirla en la primera 'femme fatale' de la historia del cine, allá por el 1928. Ya desde los primeros minutos de 'La caja de Pandora' destaca la presencia abrumadora de Lulú (Louise Brooks) por encima de la de cualquier otro personaje, algo que despertó no pocas antipatías con el resto de sus compañeros de rodaje. Y no era para menos ya que su look resultaba impactante para el gran público del momento. Su corte de pelo 'años 20' creó tendencia además de servir para enmarcar y realzar aun más sus bellas facciones y el vestuario que lucía en la película, escogido y traído desde América por ella misma, potenciaba estratégicamente los encantos de su estilizada anatomía. El resultado fue de una modernidad y sensualidad escandalosa para la época e hizo del personaje de Lulú una fémina irresistible que levantaba pasiones tanto dentro como fuera de la pantalla.


En relación a la trama asistimos a los esfuerzos de esta superviviente, de origen desconocido pero que presuponemos mísero y sórdido, por abrirse camino en un mundo, el de las variedades, al cual accede más por el poder de seducción que ejerce sobre el género masculino que por sus propias cualidades artísticas. En su juego sin embargo no hay malicia, el personaje está presentado como una víctima de sus propias circunstancias que utiliza para salir adelante las únicas armas de las que dispone: sus encantos. Ella es la perdición de los hombres que sin remedio se autodestruyen a su alrededor pero Pabst también introduce con sutil atrevimiento una historia de amor homosexual no correspondido en la figura del personaje interpretado por Alice Roberts, la 'amiga' de Lulú.


El film no pretende innovar técnicamente ya que el interés de Pabst se centra en la profundización psicológica de los personajes y de la sociedad del momento. La simbología enfocada sobre todo en el erotismo es muy importante y se aprecia la influencia de las teoría de Freud, a quién el director conoció personalmente. Cada plano está estudiadamente cuidado para realzar la belleza de la actriz, sin embargo muchas escenas resultan excesivamente largas, lo que resta dinamismo a una trama que acaba volviéndose desligada y tediosa. Aunque pionera en el retrato de la 'mujer fatal', uno de los temas clásicos del cine alemán, es inevitable que sufra cierto agravio comparativo por los paralelismos que presenta con la obra maestra de Josef von Sternberg, 'El ángel azul' que dos años después catapultaría a Marlene Dietrich como el gran oscuro objeto del deseo del pueblo alemán y de gran parte del resto Europa.
Louise Brooks, consagrada como diva del cine mudo tras su interpretación en 'La caja de Pandora' no lograría otro papel con el que se la identificase tan bien. De alguna manera engullida por su propio personaje incluso escogió el nombre de 'Lulú en Hollywood' para titular su autobiografía publicada en 1982.
Su imagen también sirvió como inspiración del cómic 'Valentina' creado en 1965 por dibujante y guionista italiano Guido Crepax. Y como dato curioso en el capítulo 'Weekend at Burnsies' de Los Simpson Mr. Burns intenta sin éxito que Smithers y Homer rían con esta broma: 'So, profits will be as thinner than... (chuckling) Louise Brooks negligee!... You know, Louise Brooks, the silent star of Lulu?' (algo así como: 'las ganancias fueron tan 'flacas' como Louise Brooks en picardías. Ya sabéis, Louise Brooks, la estrella muda de Lulú'). Ambas muestras de la fascinación que todavía hoy en día puede ejercer un icono del cine mudo de los años 20.
Sandra M.

viernes, 5 de diciembre de 2008

24 realidades por segundo. Nina Kusturica, Eva Testor (2004)

Si quisiéramos construir un retrato psicológico de Michael Haneke a partir de los personajes que aparecen en sus películas podríamos pensar en un individuo frío, egocéntrico, sádico, amoral, falto de empatía y con auténticas dificultades para mantener relaciones personales sanas con el resto de sus semejantes. Rasgos que encajan en la definición de 'personalidad antisocial', etiqueta de manual que suaviza lo que entendemos por psicopatía. Y aunque el interés morboso de Haneke por 'jugar' con las conductas más extremas del ser humano y presentar una visión gélida y descorazonadora de la realidad en la que vivimos sea algo evidente y carta de presentación de casi todos sus trabajos, descubrimos que también más allá de la imagen que ofrece su cine hay un individuo de carne y hueso que no va escupiendo a la cara de sus congéneres. La parte más 'humana' de Haneke es la que encontramos en el documental que Nina Kusturica (nada que ver con el realizador serbio) y Eva Testor dedican a la figura del controvertido cineasta austríaco.

El director impone de entrada por su porte serio y distante, su barba y gafas de profesor de universidad (o de psicoanalista, como su compatriota Freud), su sobriedad para vestir (normalmente de negro riguroso) y por la contundencia de su acento. Sin embargo también le vemos sonreír, bromear con un fotógrafo, responder a las preguntas de un grupo de estudiantes y dialogar con la que -se intuye- debe ser su pareja, ya que en ningún momento el documental ofrece rótulos explicativos. Asistimos a algunos momentos del rodaje de 'Caché' ('05) y a la promoción de 'El tiempo del lobo' ('03). Haneke habla de sus películas pero se mantiene al margen de las interpretaciones con el fin de 'preservar la ambigüedad', como él mismo manifiesta. En el set de rodaje se muestra estricto con las directrices y perfeccionista con los resultados, da la impresión de tener un claro esquema mental sobre aquello que pretende obtener de un actor y una escena, siendo inflexible al respecto. Aunque no llega a profundizar en su vida privada sí que en cierto momento ironiza sobre la distante relación que mantenía con su padre. Hubiese sido interesante que el documental ahondara algo más en estos aspectos de su biografía personal ya que con seguridad arrojarían pistas para saber cuánto del propio Haneke hay en los personajes de sus películas.

Deudor de sus estudios en filosofía y psicología su imagen es la de un intelectual que despliega en sus films un juego consciente y maquiavélico con el espectador. Películas como 'Funny games' o 'La pianista', por citar un par de ejemplos, mantienen una incómoda tensión sostenida de principio a fin y suponen todo un reto para los nervios de la audiencia que se atreva a lidiar con ellas. Su primigenia 'trilogía de la glaciación emocional' sentó las bases de un estilo propio de hacer cine que le caracterizará y acompañará a lo largo de su carrera: técnicamente, la abundancia de largos planos fijos, la utilización de algún que otro travelling, el juego con los sonidos y la inclusión de planos aparentemente irrelevantes refuerzan el clima perturbador de sus películas. En cuanto al transfondo destaca el retrato descarnado de la sociedad actual, caracterizada por la falta de comunicación, la soledad, el desencanto, la deshumanización, la violencia, la frialdad, y, en definitiva, por esa misma glaciación emocional que tan perfectamente define su título. Una visión de la realidad que recuerda también a la del escritor J.G. Ballard.

Sus películas no pretenden adoctrinar sino hacer que cada cual extraiga sus propias conclusiones. Nadie como él para sacar a la luz aquello que nos molesta y avergüenza pero que al mismo tiempo concierne a todos y ante lo cual demasiadas veces reaccionamos mirando hacia otro lado. La mirada Haneke es, en cambio, directa, fría e implacable, pero también certera. Su cámara nos acaba convirtiendo en voyeurs contemplando el espectaculo de nuestras propias miserias.

Sandra M.