sábado, 18 de abril de 2009

La historia completa de mis fracasos sexuales. Chris Waitt (2008)


Echando un vistazo al panorama televisivo actual sorprende que sigan funcionando ciertas temáticas y formatos que a estas alturas nos parecen sobresaturados. Nos guste más o menos es un hecho que la telebasura aun cuenta con una nutrida audiencia que la sostiene. El género del reality show que fuera un bombazo a finales de los 90 todavía prolifera aunque la sensación sea de que la gallina de los huevos de oro esté raquítica de tanto exprimirla. Para seguir manteniendo el factor sorpresa las cadenas plantean cada vez apuestas más extremas y delirantes. A su favor juega el hecho de que un programa basado en observar a grupos de gente aunque se localice en un mismo escenario por naturaleza será siempre distinto (el comportamiento humano sigue siendo algo impredecible). El hándicap de todo ello será que la dinámica que surja sea aburrida y no interese a la audiencia. Para evitar caer en esto la tendencia se encamina hacia la radicalización de los planteamientos.


Lo mismo sucede en el caso de los talk shows. Cada vez el estilo de entrevista es más malévolo e intrusivo. Los entrevistados más excéntricos y ridículos. No importa ya que éstos sean un rostros populares o gente corriente, lo que se busca es la exposición pública de sus miserias. La vida privada pierde su sentido con el objetivo de satisfacer a un público ávido de carnaza.


Este juego con la intimidad no se limita sólo a la programación televisiva. En distinto grado, Internet con plataformas sociales como Facebook o Twitter también demuestra que ya no sólo no nos conformamos con mantenernos 'al otro lado' sino que ahora también hemos entrado activamente en el juego de observar y ser observados. No basta con hacer algo, tan importante como ello es el publicarlo en algun medio o el mostrar una foto para legitimarlo. Las fronteras entre lo privado y lo público se diluyen, la información personal discurre libre y en general impera la aceptación social. Quizá estemos siendo demasiado inocentes o despreocupados, o quizá esto nos lleve hacía una forma distinta, no sabemos si mejor o peor, de establecer relaciones personales. También puede ser que sólo se trate de una moda pasajera. En todo caso cada vez nos estamos volviendo más voyeurs y exhibicionistas.


El cine también ha sabido recoger esta tendencia contemporánea y lo ha hecho desde diferentes aproximaciones. En la pasada edición del Festival de Sitges se presentó el falso documental 'JCVD', una apuesta del director Mabrouk El Mechri que deconstruye el género del biopic. El actor Jean-Claude Van Damme se interpreta a sí mismo en una ficción con tintes de realidad donde se presenta como un actor en decadencia, olvidado y desacreditado tras un pasado de gloria que ya le queda muy lejos. Un ejercicio de auto-humillación pública que obviamente generó bastante interés y que le valió, también hay que decirlo, críticas muy positivas a su director por la originalidad del planteamiento.


Algunos años atrás en el 'El show de Truman' (Milos Forman, 1998) Jim Carrey se convertía en la cobaya de un ambicioso experimento televisivo donde toda su vida se revelaba como una gran mentira hecha a la medida de los intereses de la audiencia. La película se mostraba crítica respecto a las consecuencias del, por aquel entonces, innovador estilo televisivo del reality. Una década después la polémica se mantiene vigente en trabajos como la española 'Prime Time' (Luis Calvo Ramos, 2008) que también plantea la idea del concurso de tele-realidad llevado al extremo.


En el apartado documental 'Capturing de Friedmans' (2003) de Andrew Jarecky reconstruía la historia real de una familia judía norteamericana, salpicada a por una acusación de pederastia contra dos de sus miembros, a través de los vídeos caseros que habían ido grabando a lo largo de los años. 'The bridge' (2006) de Eric Steel mostraba imágenes reales de suicidios llevados acabo desde el Golden Gate (al parecer la construcción humana con más alto nivel de suicidas del mundo) intercalando los testimonios de amigos y familiares de las víctimas. En el apartado del falso documental, el polémico 'Zoo' (2007) de Robinson Debor se adentraba en el ámbito de la zoofilia a través del caso de Mr. Hands, un padre de familia de Seattle que fallecería tras una de sus escapadas sexuales con un caballo. La obra fue premiada en el Festival de Sitges de 2007.


Recientemente encontrábamos en nuestras las carteleras 'La historia completa de mis fracasos sexuales' (2008), del joven realizador británico Chris Waitt. En este documental de estética youtube el mismo Waitt se pone delante de la cámara para explicarnos sus problemas con las mujeres. Al parecer todas sus relaciones sentimentales han fracasado hasta la fecha. A modo de excéntrica terapia de autoayuda decide dar un repaso a su agenda telefónica y contactar con algunas de sus ex novias para que sean ellas las que arrojen algo de luz al asunto. Una idea que por cierto me recordó al punto de partida de la novela 'Alta fidelidad' de Nick Hornby.


Por supuesto no todas acceden a ser filmadas y ofrecer un testimonio público sobre los desastres de su relación con Waitt. De hecho algunas ni siquiera le dirigen la palabra. Lo que de entrada se plantea como una idea cuanto menos curiosa y atractiva pronto se verá cuestionada una vez seamos conscientes de las que parecen ser las verdaderas intenciones de Waitt. El realizador a través de la actitud que demuestra parece estar más preocupado por hacer un espectáculo de su historia que por la supuesta utilidad de todo ello. De hecho no tardaremos en comprobar que si sus novias le dejaron fue porque con muchas de ellas se comportó como un verdadero impresentable (siendo benevolentes con el adjetivo), algo que se desprende de los testimonios de las chicas, por mucho que él adopte una pose de permanente estupor y desconcierto ante lo que le dicen. La primera entrevista con una de ellas ilustra bien esta percepción: ante la pregunta de por qué le dejó ella responde sorprendida: 'te escribía pero no contestabas a ninguna de mis cartas'.


Otro de los puntos fuertes tiene que ver con todo lo que sigue a la confesión de Waitt sobre su incapacidad para mantener relaciones sexuales y en concreto a la serie medidas que toma al respecto. Su ausencia de cualquier tipo de pudor o de censura ante la cámara es realmente asombrosa...


Chris Waitt surgido de la cantera MTV es todo un personaje digno de análisis. Si tuviesemos que juzgarle en base a lo que vemos al documental hablaríamos de él como un individuo cínico, distante, frívolo, patético, irrespetuoso, egocéntrico, despreocupado y otros adjetivos más por el estilo. Con cierto atractivo, también hay que decirlo. Todo esto unido a su estudiadísimo look homeless le hacen parecer un perfecto icono de la generación actual. En cierto momento del documental cuando se enfrenta al encuentro con la que fuera su novia más importante (que ahora espera un hijo de otro hombre) parece transmitir por primera vez algo que se aleja de la pose y se acerca al sentimiento auténtico. De hecho no me extrañaría que toda su delirante aventura girase entorno a lo que supuso para él esta relación y el sentimiento de culpabilidad que vendría arrastrando tras echarla a perder.


Ah, no querría finalizar este comentario sin destacar la figura de su madre. Sin duda alguna, una santa.


El trabajo de Chris Waitt no destaca a nivel cinematográfico y resulta pretencioso en su planteamiento, aun así engancha y es definitivamente arriesgado y valiente. Es además una buena muestra al igual que los ejemplos que citaba anteriormente de esta tendencia moderna por hacer de la propia vida y miserias un espectáculo, un show, con un objetivo tan prosaico como es el de llamar la atención del público.
Sandra M.

jueves, 12 de febrero de 2009

Los Cronocrímenes. Nacho Vigalondo (2007)

(Crítica colgada en Filmaffinity, '08)

Bienvenida momia rosa

Encontrar en nuestras carteleras un título de ciencia ficción, producido íntegramente con capital español, sorprende favorablemente dado que este género se ha convertido en casi una excepción dentro de la industria cinematográfica estatal. La singular propuesta lleva por nombre 'Los Cronocrímenes' y representa al mismo tiempo el esperado salto al largo del actor y director cántabro Nacho Vigalondo, nominado en los Oscar'05 por su corto '7:35 de la mañana'.

'Los Cronocrímenes' muestra una aproximación tragicómica al clásico de los viajes en el tiempo, situada en el momento actual y ambientada en un paraje natural de Cantabria. Su principal virtud consiste en la harmonización de un ambicioso planteamiento argumental y las limitaciones de un presupuesto ajustado, obteniendo como resultado un film pequeño, artesanal y lleno de frescura pero al mismo tiempo consistente y honesto con el espectador. Cuatro actores y tres localizaciones dan forma a esta hilarante trama de paradojas temporales en la que el protagonista principal, interpretado por Karra Elejalde, se convierte en el perfecto antihéroe.

Sin obviar que la ópera prima de Nacho Vigalondo es un film modesto e imperfecto -que nos invita gratamente a hacer un segundo visionado debido a su complejidad- no resulta gratuito valorar el mérito del autor en la construcción de un guión que se aventura a explorar nuevos territorios narrativos dentro de un género tan ampliamente exprimido como el de los traslados en el tiempo. La historia plantea aproximaciones ingeniosas a cuestiones como el asesinato, la fantasía erótica o la duplicidad de la identidad. Una sencilla puesta en escena toma vida con la interpretación tan fresca y espontánea como creíble de Karra Elejalde que, junto a Vigalondo, protagonizan momentos de diálogo imposible, impregnando de sutil humor y aires naïf una historia intrínsicamente dramática sin pervertirla.

La película llegó a las carteleras españolas después de más de un año acaparando críticas favorables y galardones en festivales internacionales (Fantastic Fest d’ Austin Texas, Science Plus Fiction de Trieste, etc). La première española tuvo lugar en la edición '07 del Festival de Sitges pero las dificultades para encontrar una distribuidora provocaron que el estreno oficial no llegase hasta mediados de 2008. Mucho antes la productora de Tom Cruise, United Artists, ya había adquirido los derechos para rodar un remake. Esta ha acabado siendo la verdadera paradoja de 'Los Cronocrímenes'.
Sandra M.

lunes, 19 de enero de 2009

Pozos de ambición. Paul Thomas Anderson (2007)


(Contiene algo de spoiler...)

Mientras que el título original 'There will be blood' ('Habrá sangre') resulte algo confuso y parezca más propio de un film de serie B o de un western, la particular 'traducción' española 'Pozos de ambición' no podía ser más explícita respecto a lo que encontramos en esta cinta. Una historia, la de Daniel Plainview (Daniel Day-Lewis) a través de la cual el polifacético director de 'Magnolia' explora los límites de la ambición y la codicia humana llevados a la máxima expresión.

Situada a finales del S. XIX la acción parte de un marco histórico real, el del 'boom' de la explotación petrolífera que por aquellas fechas tendría lugar en Norteamérica. El protagonista, un tenaz emprendedor obsesionado con encontrar la mejor manera de hacerse rico descubrirá un negocio rentable en la extracción de petróleo, campo de actuación por entonces todavía fértil puesto que a penas se anticipaban las posibilidades que el conocido como 'oro negro' tendría para la futura sociedad industrializada.

Desde los primeros minutos de metraje el personaje de Plainview se nos muestra como un individuo intrépido, todo un superviviente que no vacila ante la adversidad y que, por el contrario, parece programado exclusivamente para lograr sus especuladores propósitos en detrimento de cualquier otro objetivo personal o familiar. Su vida transcurre orientada hacia un único fin y necesariamente ese afán inagotable por amasar riquezas acabará teniendo consecuencias terribles tanto para él como para aquellos que le rodean. Aunque la historia en ningún momento engañe al espectador respecto a la naturaleza egoísta e interesada de Plainview es cierto que a medida que avanza el film la actitud del protagonista se radicalizará, convertirtiéndose hacia la parte final en un ser despiadado y totalmente deshumanizado que no dudará en hacer lo que sea necesario, aunque ello implique su propia humillación pública, para aumentar todavía más su ya desmesurada cuenta corriente.


Por este papel Daniel Day-Lewis ganaría en '08 el Oscar al mejor actor. Su interpretación del petrolero sin escrúpulos resulta grandilocuente y al mismo tiempo magnífica. Destaca también el papel del predicador Eli Sunday (Paul Dano) que, en un principio antagónico del protagonista, acabará por descubrirnos que su naturaleza se también rige por los mismos parámetros que los de su archienemigo, sólo que en su caso disfrazados de supuesta bondad cristiana. Los comentarios mordaces y las pinceladas de humor unidas a situaciones hilarantes como la que tiene lugar en la escena final en la habitación-bolera de Plainview son otra de las grandes bazas de una película que aun cayendo por momentos en lo excesivo y grotesco no provoca que el resultado final desentone con el tono serio y dramático de la historia. Técnicamente arriesgada y bien construida, con una fotografía espectacular por la que también se llevó el Oscar vale la pena destacar el impresionante -y largo- plano secuencia que tiene lugar cuando explota uno de los pozos petrolíferos dejando sordo al hijo de Plainview.

Resulta inevitable la comparación del petrolero envilecido por el poder con la del imponente James Dean de 'Gigante', clásico de George Stevens del año '53. También mantiene paralelismos con otras grandes obras de la historia del cine como 'Ciudadano Kane' de Orson Welles '41 o 'Avaricia' de Erich Von Stroheim '24.

Como curiosidad, la banda sonora es obra de Jonnhy Greenwood, guitarrista y colíder de Radiohead.
Sandra M.

viernes, 9 de enero de 2009

La cuestión humana. Nicolas Klotz (2007)

(Contiene mucho spoiler...)

No es la primera vez que un director se toma ciertas licencias cinematográficas para convertir el papel del psicólogo -o de la Psicología en general- en un recurso argumental atractivo en lugar de ajustarlo a la realidad. Sucedía -y no cuestiono la calidad del film- con la representación de la enfermedad mental de Catherine Deneuve en 'Repulsión' de Roman Polanski y sucede también con el rol profesional de Mathieu Amalric en la francesa 'La cuestión humana' de Nicolas Klotz.


Simon (Mathieu Amalric) tiene 40 años y trabaja como reconocido psicólogo en el departamento de recursos humanos de una empresa petroquímica, filial en Francia de una importante multinacional alemana. Aunque su función es la de realizar entrevistas de trabajo y organizar dinámicas para ejecutivos no le tiembla el pulso cuando el codirector de la empresa le reclama para elaborar un informe clínico que evalúe el estado mental del director general, de quién sospecha está perdiendo facultades y teme que pueda llevar a la empresa al desastre. A partir de ese momento Simon analiza en secreto el comportamiento del director general a través de varios encuentros en los que finge hacer peticiones relacionadas con su departamento. En realidad un psicólogo con un mínimo de dignidad profesional rechazaría llevar a cabo una tarea así ya que estaría pisoteando los principios éticos y metodológicos básicos que rigen la disciplina. Sin embargo el personaje de Simon no se nos presenta como un animal sin escrúpulos ni como víctima clara de un chantaje, lo que reafirma la idea del desconocimiento general, intencionado o no, de las funciones del psicólogo. Un detalle que como mucho molestará a una minoría de espectadores y que, una vez más, será fagocitado como algo normal por el resto.

Por contra el 'verdadero' conflicto moral, aquel que interesa al director y que constituye el gancho de la película, es el que tiene lugar cuando Simon descubre que el encargo que le realiza el codirector responde en realidad a una estrategia de este último para desprestigiar y quitar de en medio al director general. Las raíces de la antipatía que existe entre ambos se remontaran a un pasado con inesperadas conexiones con el Holocausto y el tercer Reich.

La película, elegida por el programa 'Días de cine' como una de las 10 mejores del '07 (que no es poco), en mi opinión no sabe conducir con éxito un argumento potente y con muchas posibilidades. La buena interpretación de Mathieu Amalric -al que habíamos poco antes en La escafandra y la mariposa y como el villano de Quantum of Solace- no está a la altura de un guión que parece perderse en su propio discurso. La película juega con el lenguaje de la organizaciones, el cual es tan frío y técnico como lo eran los informes nazis, y de alguna manera pretende equiparar el microcosmos empresarial a lo que sería la vida en un estado fascista, donde sólo los mejor preparados tienen derecho a permanecer mientras que los que demuestran alguna flaqueza deben ser apartados de inmediato. El protagonista, tras ahondar en el pasado de sus superiores, siente que de alguna manera él como psicólogo de recursos humanos también está contribuyendo a estos procesos de admisión/exclusión y eso le lleva a padecer su propia crisis personal. Hacia la parte final la película roza el melodrama, se emborracha de su propio discurso antinazi y acaba con un final que no arroja soluciones a las cuestiones que había ido planteando.


Como contrapunto la ambientación musical es variada y juega un papel muy importante convirtiéndose también en otro de los protagonistas del film (atención a la intervención del cantaor flamenco Miguel Poveda). De hecho si tuviera que escoger una escena de esta película me quedaría por varios motivos con aquella que tiene lugar al principio, en la discoteca, donde los ejecutivos de la empresa, borrachos y desfasados, bailan atolondrados Temptation de New Order.

Sandra M.

sábado, 27 de diciembre de 2008

Louise Brooks y 'La caja de Pandora (Lulú)' de Georg W. Pabst (1928)

'Lulú' pertenece a Louise Brooks tanto como 'Gilda' a Rita Hayworth o Holly Golightly a la Audrey Hepburn de 'Desayuno con diamantes', personajes cuyo magnetismo y poder de seducción es tal que trascienden del celuloide para convertirse en iconos que brillan con luz propia. Por este motivo 'La caja de Pandora' requiere de dos lecturas, la de la propia película pero sobre todo la de su actriz principal.


Louise Brooks, norteamericana de nacimiento, aceptó el reto que suponía rodar una película lejos del ambiente sofisticado y cool de Nueva York en el que se movía como pez en el agua para trasladarse a una Alemania que agotaba los últimos estertores de libertad creativa antes de la entrada del nazismo. Su estilo y belleza alejada de los cánones alemanes había cautivado a Pabst que la reclutó para convertirla en la primera 'femme fatale' de la historia del cine, allá por el 1928. Ya desde los primeros minutos de 'La caja de Pandora' destaca la presencia abrumadora de Lulú (Louise Brooks) por encima de la de cualquier otro personaje, algo que despertó no pocas antipatías con el resto de sus compañeros de rodaje. Y no era para menos ya que su look resultaba impactante para el gran público del momento. Su corte de pelo 'años 20' creó tendencia además de servir para enmarcar y realzar aun más sus bellas facciones y el vestuario que lucía en la película, escogido y traído desde América por ella misma, potenciaba estratégicamente los encantos de su estilizada anatomía. El resultado fue de una modernidad y sensualidad escandalosa para la época e hizo del personaje de Lulú una fémina irresistible que levantaba pasiones tanto dentro como fuera de la pantalla.


En relación a la trama asistimos a los esfuerzos de esta superviviente, de origen desconocido pero que presuponemos mísero y sórdido, por abrirse camino en un mundo, el de las variedades, al cual accede más por el poder de seducción que ejerce sobre el género masculino que por sus propias cualidades artísticas. En su juego sin embargo no hay malicia, el personaje está presentado como una víctima de sus propias circunstancias que utiliza para salir adelante las únicas armas de las que dispone: sus encantos. Ella es la perdición de los hombres que sin remedio se autodestruyen a su alrededor pero Pabst también introduce con sutil atrevimiento una historia de amor homosexual no correspondido en la figura del personaje interpretado por Alice Roberts, la 'amiga' de Lulú.


El film no pretende innovar técnicamente ya que el interés de Pabst se centra en la profundización psicológica de los personajes y de la sociedad del momento. La simbología enfocada sobre todo en el erotismo es muy importante y se aprecia la influencia de las teoría de Freud, a quién el director conoció personalmente. Cada plano está estudiadamente cuidado para realzar la belleza de la actriz, sin embargo muchas escenas resultan excesivamente largas, lo que resta dinamismo a una trama que acaba volviéndose desligada y tediosa. Aunque pionera en el retrato de la 'mujer fatal', uno de los temas clásicos del cine alemán, es inevitable que sufra cierto agravio comparativo por los paralelismos que presenta con la obra maestra de Josef von Sternberg, 'El ángel azul' que dos años después catapultaría a Marlene Dietrich como el gran oscuro objeto del deseo del pueblo alemán y de gran parte del resto Europa.
Louise Brooks, consagrada como diva del cine mudo tras su interpretación en 'La caja de Pandora' no lograría otro papel con el que se la identificase tan bien. De alguna manera engullida por su propio personaje incluso escogió el nombre de 'Lulú en Hollywood' para titular su autobiografía publicada en 1982.
Su imagen también sirvió como inspiración del cómic 'Valentina' creado en 1965 por dibujante y guionista italiano Guido Crepax. Y como dato curioso en el capítulo 'Weekend at Burnsies' de Los Simpson Mr. Burns intenta sin éxito que Smithers y Homer rían con esta broma: 'So, profits will be as thinner than... (chuckling) Louise Brooks negligee!... You know, Louise Brooks, the silent star of Lulu?' (algo así como: 'las ganancias fueron tan 'flacas' como Louise Brooks en picardías. Ya sabéis, Louise Brooks, la estrella muda de Lulú'). Ambas muestras de la fascinación que todavía hoy en día puede ejercer un icono del cine mudo de los años 20.
Sandra M.

viernes, 5 de diciembre de 2008

24 realidades por segundo. Nina Kusturica, Eva Testor (2004)

Si quisiéramos construir un retrato psicológico de Michael Haneke a partir de los personajes que aparecen en sus películas podríamos pensar en un individuo frío, egocéntrico, sádico, amoral, falto de empatía y con auténticas dificultades para mantener relaciones personales sanas con el resto de sus semejantes. Rasgos que encajan en la definición de 'personalidad antisocial', etiqueta de manual que suaviza lo que entendemos por psicopatía. Y aunque el interés morboso de Haneke por 'jugar' con las conductas más extremas del ser humano y presentar una visión gélida y descorazonadora de la realidad en la que vivimos sea algo evidente y carta de presentación de casi todos sus trabajos, descubrimos que también más allá de la imagen que ofrece su cine hay un individuo de carne y hueso que no va escupiendo a la cara de sus congéneres. La parte más 'humana' de Haneke es la que encontramos en el documental que Nina Kusturica (nada que ver con el realizador serbio) y Eva Testor dedican a la figura del controvertido cineasta austríaco.

El director impone de entrada por su porte serio y distante, su barba y gafas de profesor de universidad (o de psicoanalista, como su compatriota Freud), su sobriedad para vestir (normalmente de negro riguroso) y por la contundencia de su acento. Sin embargo también le vemos sonreír, bromear con un fotógrafo, responder a las preguntas de un grupo de estudiantes y dialogar con la que -se intuye- debe ser su pareja, ya que en ningún momento el documental ofrece rótulos explicativos. Asistimos a algunos momentos del rodaje de 'Caché' ('05) y a la promoción de 'El tiempo del lobo' ('03). Haneke habla de sus películas pero se mantiene al margen de las interpretaciones con el fin de 'preservar la ambigüedad', como él mismo manifiesta. En el set de rodaje se muestra estricto con las directrices y perfeccionista con los resultados, da la impresión de tener un claro esquema mental sobre aquello que pretende obtener de un actor y una escena, siendo inflexible al respecto. Aunque no llega a profundizar en su vida privada sí que en cierto momento ironiza sobre la distante relación que mantenía con su padre. Hubiese sido interesante que el documental ahondara algo más en estos aspectos de su biografía personal ya que con seguridad arrojarían pistas para saber cuánto del propio Haneke hay en los personajes de sus películas.

Deudor de sus estudios en filosofía y psicología su imagen es la de un intelectual que despliega en sus films un juego consciente y maquiavélico con el espectador. Películas como 'Funny games' o 'La pianista', por citar un par de ejemplos, mantienen una incómoda tensión sostenida de principio a fin y suponen todo un reto para los nervios de la audiencia que se atreva a lidiar con ellas. Su primigenia 'trilogía de la glaciación emocional' sentó las bases de un estilo propio de hacer cine que le caracterizará y acompañará a lo largo de su carrera: técnicamente, la abundancia de largos planos fijos, la utilización de algún que otro travelling, el juego con los sonidos y la inclusión de planos aparentemente irrelevantes refuerzan el clima perturbador de sus películas. En cuanto al transfondo destaca el retrato descarnado de la sociedad actual, caracterizada por la falta de comunicación, la soledad, el desencanto, la deshumanización, la violencia, la frialdad, y, en definitiva, por esa misma glaciación emocional que tan perfectamente define su título. Una visión de la realidad que recuerda también a la del escritor J.G. Ballard.

Sus películas no pretenden adoctrinar sino hacer que cada cual extraiga sus propias conclusiones. Nadie como él para sacar a la luz aquello que nos molesta y avergüenza pero que al mismo tiempo concierne a todos y ante lo cual demasiadas veces reaccionamos mirando hacia otro lado. La mirada Haneke es, en cambio, directa, fría e implacable, pero también certera. Su cámara nos acaba convirtiendo en voyeurs contemplando el espectaculo de nuestras propias miserias.

Sandra M.

domingo, 16 de noviembre de 2008

IN-EDIT BEEFEATER 2008 (3)

En el verano del '04 Brian Wilson actuó dentro del Festival de Benicàssim junto a un cartel plagado de viejas glorias de la historia de la música exhumadas para la ocasión, como Lou Reed, Kraftwerk, Pet Shop Boys, Morrissey o el ya fallecido Arthur Lee. A Wilson le quedaba por entonces muy lejos la imagen del eterno adolescente que cantaba a las delicias de la vida californiana junto al resto de 'Beach Boys' en su época dorada. El que fuera cerebro creativo y punta de lanza de aquellos iconos del sueño americano aparecía en el escenario del FIB hecho una caricatura de sí mismo: físicamente desmesurado, agotado y con menos ritmo que la momia de Tutankamon interpretaba sin levantar a penas la voz -ni el trasero del asiento- aquellas canciones maravillosas junto a, eso sí, una corte de jóvenes -y buenos- músicos que consiguieron con su entusiasmo y destreza salvar la papeleta y emocionar a los nostálgicos.

Pero el por qué de la vuelta de Brian Wilson tiene una explicación menos prosaica de lo que pueda parecer. ¿Era necesaria?. La respuesta la encontramos en 'Beautiful Dreamer. Brian Wilson and the story of 'Smile'' de David Leaf. Contada en primera persona por su protagonista el documental recoge la historia de Smile, el disco con el que Wilson quiso superar Pet Sounds y cuyo rechazo por parte de la banda unido a las presiones del productor inició el declive personal del líder de los Beach Boys. Smile suponía por aquel entonces la apertura de nuevos horizontes dentro el universo creativo y experimental de Wilson. Las letras que compuso para él su colaborador Van Dyke Parks eludían los temas de siempre (surf, chicas, diversión, etc) y abarcaban aspectos más profundos del ser humano, a veces a través de intrincadas metáforas, un cambio de registro que no gustó nada al resto del grupo. Melodías salidas de los instrumentos más variopintos, temáticas nuevas y, en definitiva, formas de hacer música adelantadas a su tiempo acabaron cayendo en saco roto y el álbum, de cual ya se había adelantado el exitoso single 'Good vibrations' no se llegaría a editar. El compositor, perfeccionista obsesivo, interpretó el rechazo de Smile como un fracaso personal, un duro golpe en su frágil autoestima que le acabaría llevando por el camino de la depresión, las drogas, la paranoia y el aislamiento. Continuó con los Beach Boys pero ya nunca más volvería a ser el mismo.

La sorpresa llega tres décadas después cuando tras una vida marcada por los excesos y los tratamientos psiquiátricos, Brian Wilson decide, contra todo pronóstico, retomar la grabación de Smile. Al fin y al cabo, él sí creía en aquel disco. Para ello vuelve a contar con su amigo y compañero Van Dyke Parks y se rodea de un grupo de jóvenes músicos con los que trabajará en la recuperación de aquellas melodías, algunas todavía embrionarias, que acabará convirtiendo en canciones. El documental de Leaf logra captar la emoción de aquel momento, el esfuerzo de superación personal que supuso para el compositor tener que enfrentarse a sus demonios internos, a sus dudas, miedos y supersticiones sobre un disco que creía maldito y que marcaría su vida. Imagen impagable la de Wilson en los ensayos previos a la presentación oficial: sentado en un sofá, sin hablar ni colaborar con el resto, con la mirada perdida a veces, amenazante en otras, realmente nadie sabe qué es lo que pasa por su cabeza y en el aire planea la idea de que, después de todo, el pánico le haga echarse atrás. Afortunadamente eso no ocurre y el círculo se cierra cuando Smile al final es tocado en directo en el Royal Festival Hall de Londres en febrero de 2004 ante un público de fans llegados de todo el mundo. Ovación y catarsis colectiva (incluido Paul McCartney) y momento de explosión visceral cuando Wilson pide que suba al escenario Van Dyke Parks.

El resto ya lo conocemos, la gira-presentación que le llevó durante aquel 2004-05 a países como el nuestro. Brian Wilson volvió a tocar, sin estar en su mejor forma y con las secuelas de una vida llevada al límite, marcada por la enfermedad, pero si nos preguntamos si su vuelta era necesaria, sin duda la respuesta es sí.


El documental de Leaf ha sido a mi juicio el más destacable de esta edición de In-edit, de entre los que yo he podido disfrutar. Particular mención especial también para 'Gimme Shelter', de Albert Maysles, 'Silvio. A la diestra del cielo', de Francisco Bech y 'Bananaz', de Cery Levy. El resto, para que no me olvide de ellos: 'Joy Division' de Grant Gee, 'Gonzo The life and Work of Dr. Hunter S.Thompson' de Alex Gibney (presentado en Sitges 2008), 'Patti Smith Dream of Life' de Steven Sebring, 'Kurt Cobain About a son' de Aj Schnack y el comentado en el primer post 'Tom Petty&The Heartbreakers Runnin' Down a Dream' de Peter Bogdanovich.


Sandra M.